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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 25 de julio de 2010

Serafín Marín: «Si se prohíben los toros, me planteo irme de Barcelona»

El torero catalán Serafín Marín,
en la puerta de la Monumental de Barcelona,
plaza en la que quizá nunca más vuelva a torear
-Foto: Óscar Mach/Shooting -

Serafín Marín:
«Si se prohíben los toros, me planteo irme de Barcelona»

«más cornadas dan los políticos»

Patricia Navarro.

25 Julio 10 -
Es catalán, matador de toros y tiene claras sus señas de identidad. Con la «senyera», la barretina y el lema «La libertad no se prohíbe» hizo el paseíllo en el corazón taurino de Madrid el pasado mes de mayo, en Las Ventas. También en la propia Monumental de Barcelona. Pocos meses nos separaban de la votación definitiva de los toros en el Parlamento catalán, que será ya el próximo miércoles. Serafín Marín habla claro, directo y con un poso de tristeza cuando se debate entre la pasión, su profesión, y la tierra: nacido en Montcada i Reixac.

-Catalán de los pies a la cabeza.
-Así es. Me siento muy catalán y ha quedado demostrado.

-¿Y cómo le empieza a este catalán la afición a los toros?
-Pues como ahora es imposible: desde la niñez, y a través de mi padre. Cuando tenía tres o cuatro años me llevaba cada domingo a ver toros a la Monumental de Barcelona y yo me lo pasaba en grande.

-Y así, poco a poco.
-Y tuve suerte, porque los toros proyectan valores muy buenos.

-Por ejemplo.
-Respetar por encima de todas las cosas. Es un valor clave, un cimiento. Y luego está la capacidad de sacrificio, la vida sana del deporte, la madurez, tomar decisiones muy importantes siendo un niño. En la edad en la que te defines estás muy centrado en algo y le das forma a valores sólidos.

-¿Tiene el corazón dividido entre la tierra y la pasión ante la próxima votación en el Parlamento catalán?
-Al apretar el botón con un dedo me van a quitar la mitad de mi vida. Es muy triste que Barcelona esté en boca de todos por el ánimo de prohibir.

-Se le nota abrumado.
-Me siento avergonzado, siento rechazo. Si el miércoles prohíben los toros en Cataluña, yo me planteo irme de allí. Siento vergüenza política por todo lo que hacen pasar a los catalanes. Creo que ha quedado muy claro que he luchado como catalán, que estoy orgulloso de serlo, pero también de ser español. Y me duele que se coarte la libertad.

-¿Cree que hay algo de defensa del animal?
-No. Es política pura, y eso es lo que más molesta. Y la prueba es el juego a dos bandas que han tenido: las corridas de toros y los «correbous». Si el toro sufre en las corridas, ¿no lo hace en los «correbous»?

-En cambio, los «correbous» quedaron blindados por el propio Parlament.
-Y, ¿qué creen que son sólo catalanes? ¡No! Los «correbous» se dan en otras partes, pero políticamente interesa, y en esto lo que gana es la caza del voto. Engañar al ciudadano, como han hecho los socialistas con los toros. Decirnos que la idea era votar en bloque si las cosas se ponían feas y a diez días de la votación, declarar libertad de voto.

-El otro día en la Monumental había 13.000 personas.
-Sí, eso es lo que más rabia da. Luego se supone que estamos en una democracia, pero ya no se sabe. Yo me pregunto si esas trece mil personas no tienen derechos. ¿No son ciudadanos igual que los demás ni pagan sus impuestos, además de la entrada por ver el espectáculo? El mismo derecho que tiene el que está fuera a no ir a la plaza, lo tiene el que ha pagado por ir.

EL PRINCIPIO DE UN CÁNCER

-¿Cómo es la afición catalana?
-Para mí, la mejor de España. Es como debían de ser todas hace veinte años. Es silenciosa, respetuosa y se entrega. Muy apasionada.

-Usted reivindicó la Fiesta y su catalanidad, primero en Barcelona y después en Madrid al hacer el paseíllo con la «senyera» y la barretina. ¿Le dio vértigo la reacción de 24.000 personas?
-La verdad es que sí. Lo hice en el corazón de Madrid. En plena Feria de San Isidro. Sabía que los aficionados iban a entender que estaba reivindicando la Fiesta en mi ciudad, porque si se acaba en Cataluña, por ahí comienza un cáncer. No tuve dudas, pero estaba nervioso.

-Hubo confusión, pero al final la gente le ovacionó.
-Sí, al principio se quedaron un poco contrariados y luego ya lo comprendieron. Fue muy bonito y emotivo, aunque es una pena tener que hacer estos gestos. Es una pena tener que defender algo que es tan bonito, pero tan difícil.

-Y, ¿cómo se puede explicar?
-Pues es cierto que es un espectáculo difícil de explicar y que desde fuera puede que no se entienda, pero que se acerque cualquiera a un matadero y nos cuente de verdad todo lo que se ve. En las corridas las cosas son públicas. Pero con un sentido y un rito que tienen en verdad muy pocas cosas en la vida.

-En su vida normal, ¿qué tal se toma la gente eso de que se dedique a matar toros?
-Pues hay de todo: los hay que se interesan, otros que pasan y otros más radicales que te regalan un «yo disfruto cuando un toro revienta a un torero».

-A mucha gente le cuesta entender qué le lleva a un chaval a jugarse la vida. ¿Qué se siente delante del toro?
-Lo primero: no nos obliga nadie. Uno se pone delante del toro porque quiere. Cuando das el paso y sientes eso tan maravilloso, esas emociones tan intensas que no se pueden describir con palabras...

-¿Es la felicidad absoluta?
-Sí. Es un paréntesis en tu vida en el que se para el reloj al dar cuatro muletazos a un toro. Los toreros somos personas privilegiadas por poder hacerlo. Alcanzar ese momento es maravilloso.

-Ya queda lejos eso de «más cornadas da el hambre», ahora hace falta dinero para torear.
-Sí, ahora, cuando estás empezando, te piden dinero para torear y es todavía peor: podríamos decir también que «más cornadas dan los políticos».

-¿Está afectando la crisis?
-Mucho. Los ayuntamientos no tienen dinero y recortan de los festejos. Da miedo porque no sabemos por dónde va a explotar todo esto.

-¿Y cómo se pasa esta etapa?
-Como se puede. Los toreros, aunque estamos muy preparados física y psicológicamente, somos muy débiles porque somos sensibles mentalmente. No nos olvidemos de que el toreo es sentimiento.

-¿Qué papel juegan las cornadas en la vida de los toreros?
-Hay que admitirlas porque siempre llegan.

-Pero nunca se sabe cómo se van a asumir.
-Sí, nunca se sabe. Yo creo que llegan cuando estás más asentado, por lo menos las más fuertes.

-Usted las ha padecido muy duras. Una en el pecho... ¿No se replantea todo en ese momento?
-Ésa fue de las más duras. Normalmente las asumes con naturalidad. En aquella ocasión, la verdad es que me dije: «Madre mía, que me voy en un minuto». Y ahí sí que te replanteas todo.

-¿ Y qué pasa luego?
-Pasa todo muy deprisa y te recuperas. Uno está preparado para esto. Yo recuerdo que mi padre ya me lo dijo cuando le conté que quería ser torero: «Serafín, las cornadas llegan antes que el dinero». Y ya lo creo que llegan.

-¿Irá el miércoles al Parlament?-
Sí, quiero ir, aunque tengo una mezcla de pena y cabreo. Pero siento que debo estar.

Con dignidad, barretina y «senyera»

Serafín Marín nació en 1983 en un pueblo industrial cercano a Barcelona, Montcada i Reixac. Debuta con caballos el 10 de febrero de 2001, toma la alternativa en la Monumental de Barcelona el 4 de agosto de 2002 y se confirma cinco años después en la Monumental de México.

El pasado mes de marzo fue uno de los toreros –junto a Luis Francisco Esplá– que acudió al Parlamento de Cataluña para defender la Fiesta en el debate que había abierto la Iniciativa Legistiva Popular que propone abolir los toros en Cataluña.
Lo que más le sorprendió fue la utilización por parte de los abolicionistas de argumentos que comparaban las corridas con el maltrato a las mujeres. Sus paseíllos con barretina y «senyera» se han convertido en un símbolo de protesta: en Cataluña también hay afición a los toros.

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