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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 27 de agosto de 2013

ÁLVARO DE LA CALLE: En Gijón, aunque a lo lejos, pude ver la luz / Pla Ventura




"...Y llegó el caso puesto que, en un momento del festejo gijonés, Ferrera y Castaño estaban ambos heridos en la enfermería. Una luz se abrió en el corazón y en la mente de De la Calle que, para su dicha, hasta tuvo la fortuna de matar uno de los toros logrando el éxito de una oreja..."

En Gijón, aunque a lo lejos, pude ver la luz 

Por Pla Ventura 
Era un martes y trece en que, en la pasada feria de Gijón, Álvaro de la Calle hacía el paseíllo en el coso del Bibio en calidad de sobresaliente. Una tarde que, sin pretenderlo, el diestro salmantino, casi con toda seguridad que le habrá cambiado el curso de su vida. Era el sobresaliente de la corrida en que, Antonio Ferrera y Javier Castaño, dilucidaban un mano a mano ejemplarizante. O sea, un reto de toreros, nada que ver con las parodias que por ahí vemos. Y allí estaba Álvaro de la Calle para cumplir su papel; es decir, asumir el papel de “por si acaso”. 

Y llegó el caso puesto que, en un momento del festejo gijonés, Ferrera y Castaño estaban ambos heridos en la enfermería. Una luz se abrió en el corazón y en la mente de De la Calle que, para su dicha, hasta tuvo la fortuna de matar uno de los toros logrando el éxito de una oreja; que pudo hasta haber matado los toros restantes que quedaban por lidiar, nada es más cierto. Pero la raza de Antonio Ferrera y Javier Castaño, aunque heridos, salieron de nuevo al ruedo para continuar la épica que habían emprendido. 

-¿Qué pasó en Gijón, Álvaro, para que al día siguiente de la corrida que toreaste como sobresaliente, todo el mundo acabara hablando de ti?

Sencillamente que en dicha plaza, aunque a lo lejos, estoy viendo un ascua de luz para mi carrera. Acudí de sobresaliente, pude matar un toro y, lo que es mejor, triunfar que, de no haber pinchado al toro hubiera salido por la puerta grande de dicha plaza. Me sentí más torero que nunca; la luz de la que te hablo iluminó hasta mi corazón. En todos los festejos en que he actuado de sobresaliente, sinceramente, uno no espera ninguna oportunidad, salvo el milagro, si así se le puede llamar al pensar que los matadores anunciados sufran un percance.

-¿Sospechaste en algún momento que podrías vivir cuánto allí viviste?

No. De ninguna manera. Acudí de sobresaliente porque la empresa vio en mí un diestro que, como así sucedió, era yo lo bastante solvente para solucionar cualquier contrariedad, como en realidad sucedió. Como te decía, surgió el “milagro” del que te hablo para que yo fuera tremendamente feliz con la muleta en mi mano.

-Es difícil, Álvaro, que los aficionados podamos entender que, tras tres años sin torear, de repente, de forma circunstancial, tienes que matar un toro y, para colmo, logras triunfar en una corrida puro Santa Coloma que nada tiene que ver con los toritos de las figuras. ¿Qué metamorfosis se produjo en tu ser para lograr aquella épica?

De que estaba en el dique seco es sabido por todos. Pero yo acudí mentalizado; fíjate si lo estaba que, te lo juro, deseaba que no salieran los compañeros de la enfermería; es decir, tras matar aquel toro me sentí tan a gusto, tan realizado dentro de mi ser que, repito, rezaba para que los compañeros, los queridísimos Ferrera y Castaño, que no pudieran salir para lidiar sus toros. Por supuesto que no les deseaba nada malo a los compañeros; seguro que, otros toreros de menos raza, tras lo sufrido, se hubieran quedado en la enfermería pero, amigo, estos toreros son irrepetibles. Por un lado me alegré mucho al ver que retornaban al ruedo, evidencia de que sus cuerpos, aunque lacerados, estaban dispuestos para la batalla; pero no puedo negar que de haberse quedado en la enfermería, mi triunfo hubiera sido épico. Como fuere, salí muy contento de la plaza y al día siguiente, cuando vi que todos los medios cantaban mi hazaña, me sentí como el mejor torero del mundo, dicho con la más grande humildad.

-Tras lo vivido en Gijón, Álvaro, ¿crees que ha merecido la pena la espera?

Por supuesto. Esta es la única profesión en el mundo que puede cambiar la vida de un ser humano, en este caso de un torero, en menos de quince minutos y, en mi caso creo que eso es lo que ha sucedido. Eran ya tres años sin torear y, esta oportunidad me ha sabido a gloria. Recuerda que toda espera será poco, todo sacrificio se dará por bien empleado si uno logra el éxito.

-Y estando tres años sin vestirte de luces, ¿cómo se tienen fuerzas e ilusiones para acometer la tarea que tú acometiste en Gijón?

Es la fuerza interior la que me mantiene vivo; me imagino que eso le sucede a muchos compañeros. Es algo vital en mí ser que me ha permitido no desfallecer jamás. Siendo así, como hemos comentado, cuando me vi con la muleta en la mano frente al toro en Gijón me dije, “ahora o nunca” Y ahí quedó el resultado. Pinché arriba al toro que, de haberlo matado en el acto era de dos orejas.

-¿Cómo se comprende que esa Salamanca tan torera, tu tierra del alma, que no te contraten para tu casa, tu feria?

Es un duro golpe el que hay que asumir al respecto. Allí he triunfado en repetidas ocasiones y precisamente con ganaderías durísimas; nada dejé por hacer y entregué lo mejor de mi ser, pero te dejan fuera un año, luego viene otro, no torea uno casi nada y llega el olvido empresarial, el peor de los males que pueda sufrir un torero.

-¿Cómo recuerdas tu confirmación en Madrid, precisamente teniendo como compañero al gran Javier Castaño?

Como una tarde muy emotiva que no olvidaré jamás; creo que estuve muy bien, digamos que tremendamente digno, hasta pude haber cortado algún trofeo de haber manejado bien la espada. Aunque luego ya no me repitieron jamás y, de tal modo todo se hace muy cuesta arriba.

-Ahora, Álvaro, el primer paso ya lo has dado. Tras lo de Gijón toda la crítica se deshizo de elogios hacia tu persona. Así se pronunció la afición gijonesa y, repito, más tarde todos los compañeros, desde todos los frentes, ponderaron tu dignísima actuación. ¿Pensarán los empresarios lo mismo? Es decir, ¿quedarán convencidos de que eres un torero valido al que deben de apoyar?

Esa es la idea y, sinceramente, por algo se empieza, en este caso, por aprovechar una sutil oportunidad que, en principio, era todo un trámite en mi carrera y, para mi dicha, terminó en triunfo. No puedo pedir más; aunque ahora puedo pedirlo todo. Es decir, tras lo vivido en dicha plaza ya tengo argumentos para ponerme delante de un empresario y explicarle, con datos y hechos, que soy un torero válido como en tantas veces demostré.

-Yo que entrevisté a tantos toreros en idéntica situación a la tuya, amigo, me sigue emocionando vuestra constancia, dedicación, entrega, pasión, paciencia franciscana, algo de lo que tú eres otro ejemplo patente y de puro manifiesto. ¿Cómo se “lidia” el ostracismo y la soledad?

Con una sola idea, la de pensar siempre, las veinticuatro horas del día para decir, ¡yo puedo! De no tener dicha convicción nadie estaría aquí más de cinco minutos. Luego, claro, tenemos muchos ejemplos de toreros que estaban en mi situación y, a base de entrega, voluntad, ganas, torería y afición, ahí los tenemos triunfando. Ahí están Iván Fandiño, Alberto Aguilar, Diego Urdiales, el propio Javier Castaño, una seria muy larga de toreros que nadie les ha regalado nada pero que, a base del esfuerzo del que antes hablábamos, lograron salir del ostracismo en el que estaban sumidos.

-Si no recuerdo mal llevas doce años de matador de toros con muy poquitas actuaciones. En todos estos años, ¿qué elixir tomaste para no derrumbarte?

Recuerda que en nuestra profesión la fe tiene una importancia vital; es decir, aquello de creer uno en su propia persona, sabedor de mis capacidades y espíritu de sacrificio, es por ello que uno es capaz de aguantar todo y durante muchos años porque, como antes hemos comentado, en quince minutos puede cambiar el destino de un torero. Que respondan, entre otros muchos, Paco Ojeda, César Rincón y todo el elenco de diestros que antes hemos citado.

-Tras escucharte, Álvaro, noto en tu ser una ilusión desmedida, un valor totalmente en alza que, seguro te reconfortará muchísimo. ¿Te imaginas que, tras tantos años de lucha, a partir de ahora todos tengamos la gloria de cantar tus éxitos?

Ese es mi deseo, mi ilusión al más alto nivel. De mi parte no quedará; mi lucha será una constante y, la más mínima oportunidad que pueda tener la aprovecharé por completo.

-Que tengas muchos éxitos, querido Álvaro. Que la suerte te sonría y, como dices, que logres tus metas. Un fuerte abrazo y muchas gracias por tu atención hacia nuestro medio.

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