la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 22 de septiembre de 2013

Manuel Escribano / Por Pla Ventura


La sonrisa de Manuel Escribano no se va, menos tras verse con vida

  • MANUEL ESCRIBANO: Vi la muerte muy cerca

Pla Ventura / Opinión y toros
Sin duda estaba siendo la revelación de la temporada. Me cupo el honor de entrevistarle tras su triunfo apoteósico en la feria de Sevilla y, desde aquel momento sentí que Manuel Escribano estaba en el sendero del éxito. Mi presagio se tornó realidad para dicha de este hombre honrado que, tras varios años de lucha y de correr la legua, como diría El Pana, por fin, estaba teniendo la recompensa por la que tanto había luchado. Yo decía que torearía por lo menos veinte corridas de toros y, me equivoqué, ha toreado 24 y podían haber sido cuarenta de no haber surgido el duro percance de Sotillo de la Adrada que, el pasado día 7 de septiembre un toro le frenó en seco.

-Manuel, qué caprichoso es el destino; ahora que todo iba muy bien, encarrilado por completo, surge esa cogida horrible que, como pudimos saber, hasta peligró tu vida. ¿Sentiste esa sensación terrible en la que pudo pasar de todo?

Por supuesto. Cuando el toro me aprisionó contra las tablas el golpe fue tan brutal que, pese a todo, todavía le doy gracias a Dios de que no me empitonara; desde luego, si me clava el pitón, sospecho que allí podía haberse terminado todo, digamos que vi la muerte muy de cerca. Sin herida aparente yo me sentía muy mal y, la decisión acertadísima es que nos marchásemos al hospital que, muy pronto, tras las pruebas oportunas, lógicamente, comprobaron que tenía la ilíaca reventada, de ahí el dolor tan grande que sentía y, a su vez, la hemorragia interna que estaba soportando.

-Ya estás en casa, pasó lo peor, con dolores muy fuertes todavía pero, rodeado de los tuyos, poco a poco te vas creciendo, te vas viniendo arriba que es lo más importante. Olvidemos el amargo dolor y hablemos de lo positivo, de tu gran temporada. ¿Cómo te has sentido?

Como un rey. Empezar en Sevilla sin contrato alguno y, como tú has dicho, que podía haber terminado la temporada con más de cuarenta corridas de toros, el milagro se había consumado. Es más, todo me estaba saliendo redondo; hasta los toros me embestían para que lograra un triunfo tras otro y, como dices, ahí en Sotillo se torció todo pero, vendrán tiempos mejores; hasta le doy las gracias a Dios por haber salvado la vida.

-Una temporada pletórica de triunfos por doquier. Manuel, dime algo, ¿el triunfo llega porque tiene que llegar o porque uno se lo “fabrica”?

Lo triste y dramático en esta profesión es no tener contratos, algo que he experimentado con toda su crudeza. Luego, llegados éstos, uno tiene que ser el artífice de su éxito, el buscador de sus triunfos y, en realidad, nada es casualidad; fíjate que, hasta esta dramática cogida en Sotillo de la Adrada, si me apuras, hasta tiene su razón de ser.

-Por Dios, Manuel, ¿qué de bueno puede tener una cornada?

Seguramente para que seamos más humildes, para que entendamos que la vida pende de un hilo, por tanto, hay que vivirla, valorarla, gozarla junto a los tuyos. Una cornada te hiere el cuerpo pero, a su vez, te cura el alma. El torero, lo digo por mi e imagino que les sucederá a todos, tras la cornada se vuelve más agradecido, más humilde, más persona que en realidad es a lo que debemos de aspirar.

-Me dejas sorprendido. Yo creo que eres el primer torero que conozco que toma lección importante de una cogida tan brutal como la tuya que tuvieron que abrirte en “canal”, sacarte todos los intestinos para “reparar” la vena iliaca que estaba destrozada. Y ahora, por lo que veo, hasta esbozas una leve sonrisa de complicidad para contigo mismo. ¿Dónde radica la clave de esa aceptación de la realidad que vive contigo?

Lo pasado ya no existe. Estoy vivo, dentro de poco podré decir que estoy curado, estoy en mi casa, por tanto, no puedo pedir más. Con todo lo que he penado, con todos los dolores que he tenido que soportar; los que todavía tengo, pero verme en casa y reponiéndome, eso me hace muy feliz. Como antes contábamos, aquel terrible día pudo haberse acabado todo; démosle gracias a Dios de que ahora estemos conversando.

-Imagino que sentirás una pena inmensa al ver que has perdido muchos contratos, ¿verdad?

Una pena y una alegría, todo a la vez. La pena porque las circunstancias de la cogida me han impedido actuar en tantas tardes como tenía contratadas en septiembre y octubre; la alegría, la de comprobar que las fechas en las que no podré comparecer, solo las pierden los toreros que se las han ganado, aquellos que las tenían contratadas, algo que también me fortalece. Recordemos que, si dicha cogida me hubiera sucedido el año pasado, ninguna corrida hubiera perdido; no tenía ninguna contratada.

-Ponte la mano en el pecho y contéstame con toda sinceridad. ¿No crees que arriesgaste mucho en un pueblito como Sotillo de la Adrada que, igual no vuelves allí en la vida? Quiero decirte que dicha plaza no era Madrid, ni Bilbao, ni Nimes…

Es cierto, pero hay una cosa que hace que los aficionados sean totalmente iguales, el precio de la entrada. Es cierto que aparentemente se tiene más responsabilidad en las plazas que tú has citado, pero nadie me negará la verdad con la que te he hablado. Si el dinero de todos tiene el mismo valor, mi entrega tiene que ser la misma para todos.

-¿Crees, Manuel, que llegarás con fuerzas a Zaragoza?

Sinceramente, lo dudo. Igual me veo mejor y cometo otra locura de las muchas que estoy acostumbrado; pero tiene que ser mi cuerpo el que me lo pida, el que me diga que estoy bien para jugarme la vida de nuevo; estoy dispuesto a todas las locuras, siempre y cuando me encuentre totalmente recuperado. Como te explico, será mi cuerpo el que me hablará para decirme en realidad cómo me encuentro pero, siendo sincero, dudo mucho que en octubre pueda estar ya totalmente restablecido.

-Dentro de poco, con la bendición de Dios, Manuel, tu horrible cogida ya será historia para olvidar pero, imagino que de la presente temporada recordarás muchas cosas positivas, ¿cierto?

Dices bien. Olvidaré este mal momento, este calvario que he pasado desde el día 7 y, dentro de poco, saborearé lo que ha sido toda mi temporada, un rosario de éxitos en que he cortado creo que son cuarenta orejas y varios rabos, despojos sin importancia, pero que dan la medida de lo que han sido mis éxitos constantes.

-Una temporada que, como diría El Pana, hasta has podido comprarte una “camioneta” nueva, ¿verdad?

Algunas cositas hemos comprado, faltaría más. Algunos caprichos para mi madre que, como entenderás, se lo merece todo. En ese aspecto estoy muy satisfecho.

-Esperemos, confiemos, Manuel que te repongas para lo que será la temporada americana que, aunque en Venezuela ya eras ídolo admirado, imagino que te mueres -dicho con cariño- por hacer campaña en toda Hispanoamérica, ¿verdad?

Ciertamente tenemos muchas negociaciones que, ya veremos cómo va cuajando todo; primero tenemos que ver como evoluciona mi cuerpo y, acto seguido, atar todos los cabos de dichas contrataciones que, como dices, tanto me ilusiona volver a América, ahora, en plan de ser un triunfador en España y Francia.

-O sea que, ahora no habrá que mendigar. En vez de yunque, maestro, ahora ya eres martillo. ¿Digo bien?

No se trata de eso, amigo. Yo siempre fui a Venezuela con mucho respeto; siempre me trataron muy bien; lo que sí han valido mis éxitos en España y Francia es para que ahora me reclamen de otros países y en otras muchas plazas. No pretendo avasallar a nadie; sólo quiero torear para seguir cosechando éxitos, algo que algunos dudaron muchas veces y, para mi dicha, ahora puedo demostrarles a todos que no estaba equivocado.

-Imagino, Manuel, que para la próxima temporada, tus ilusiones serán bellísimas. Si cierras los ojos y piensas en este mismo día del año pasado, ¿qué pasa por tu mente?

Un torrente de ilusión que me invade por completo. El pasado año por estas fechas no se acordaba de mi ni el gato que pasaba por la puerta y ahora, en este instante, siento que soy un torero esperado para la próxima temporada, sin duda, mi éxito más grande.

-La grandeza de la profesión de torero, por duro que sea todo, no es otra que de la noche a la mañana uno pasa de ser un desconocido a ser un hombre admirado y triunfador, algo que sucede en muy pocas profesiones. ¿Es esa la grandeza de la que te hablo?

Por supuestísimo. Esto es tan grande, tan hermoso que, pese a todo, hasta a veces ni yo mismo me lo creo, pero ha sido una hermosa realidad que me ha hecho vivir y reafirmarme en todo aquello en lo que yo creía.

-Manuel, ahora que has vuelto a la vida tras aquel amargo percance, como haces, sigue sonriendo porque en realidad nada vale tanto como la vida y, en tu caso mucho más ahora que estás saboreando el éxito. Que Dios te siga bendiciendo.

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