la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 31 de mayo de 2014

Beneficencia de Madrid 2014: Cartel por Robert Ryan



Cartel de la corrida de la Beneficencia de Madrid 2014 

Córdoba: La 1ª de Feria en Fotos de Cuevas

Fernando Sacromonte, Ricardo Ramírez, "EL Cordobés", la Sra, de Ramírez, y Juan José Guerrero

Imágenes del fotógrafo Cuevas

Primera corrida de la Feria de Ntra. Señora de la Salud en Córdoba, tras la suspensión del festejo del día anterior. Un cuarto de plaza en tarde de agradable temperatura. Toros de González Sánchez-Dalp, bien presentados pero descastados y sin transmisión en líneas generales a excepción del cuarto.

ANTONIO FERRERA:silencio y vuelta tras aviso.
CURRO DÍAZ:ovación con saludos y vuelta al ruedo tras leve petición.
JIMÉNEZ FORTES:ovación tras aviso y silencio tras aviso.

Brindis de Ferrera al V CALIFA Manuel Benítez "El Cordobés"

Antonio Ferrera 

 Antonio Ferrera

Jiménez Fortes brinda al guitarrista Vicente Amigo

 El gran Pepe Toscano ep primero de la fila...como siempre

Antonio Ferrera en apuros

 Curro Díaz

 José Antonio Carretero y Jiménez Fortes






























CÓRDOBA.- FERIA DE NTRA. SRA. DE LA SALUD: CURRO DÍAZ UN OASIS DE ESTÉTICA / Por RAFAEL DE LA HABA



Toreo con la izquierda de Curro Díaz al toro al que le cortó una oreja, la única concedida en el festejo de ayer. - JUAN MANUEL VACAS


EL LINARENSE OBTIENE LA UNICA OREJA CON UNA FAENA PREÑADA DE GUSTO EN MEDIO DE UNA TARDE DESLUCIDA
Curro Díaz, un oasis de estética

En medio del desierto en el que se había convertido la tarde, por culpa en gran medida del deslucido encierro de González Sánchez-Dalp, lo de Curro Díaz en el quinto, al que cortó la única oreja de la corrida, fue un oasis. Estética, gusto y plasticidad vinieron a saciar la sed de los poquísimos espectadores que se dieron cita en la plaza --estaba cantado que no funcionaría el cartel en taquilla--, e incluso pareció mucho más de lo que fue porque antes y después, para desesperación en el tendido y en el ruedo, no hubo nada. La sosería del ganado, unas veces parado, siempre sin entrega, protestando o defendiéndose, lo cubrió todo.

Solo un par de toros sirvieron. Uno de ellos el quinto, un ejemplar medido de gas, sin demasiado fuelle, pero dejándose hacer con una potable embestida. Y ahí estuvo Curro Díaz, acertado a darle tiempos muertos entre series para sacar lo mejor del animal desde el primer momento y levantar una faena entonada y compuesta, fundamentalmente bonita aunque no exenta de muletazos profundos. Porque a las primeras de cambio, con la figura encajada y cierto desmayo, el torero dejó planteadas cuáles iban a ser sus armas: relajo, plasticidad, gusto y pinturería, a veces a pies juntos y otras con el compás abierto, pero siempre llevando la muleta por abajo, con trazo exquisito y también alargando la embestida. Todo ello en series cortas, sin forzar la máquina, incluso de uno en uno por la izquierda, pero salpicando su labor de principio a fin de sumo gusto, con sabrosos cambios de mano o rotundos pases de pecho, sin olvidar los ayudados finales, las trincherillas... Suavidad, empaque y naturalidad lo presidieron todo y le valieron la única oreja de la tarde.

El otro toro fue el cuarto, animal que saltó al ruedo con mucho brío y recorrido, y que embistió en la muleta --en lo poco que le dejó Ferrera-- con calidad, incluso más que el de Curro Díaz. Pero no terminó de verse por el propio planteamiento del espada. Un Ferrera que le dio tanta capa como él mismo se jaleó, pero sin ajuste ni temple suficiente. Un Ferrera que con las banderillas estuvo buscando más la espectacularidad de las formas que la esencia del fondo, o lo que es lo mismo, cuadrar en la cara. Y un Ferrera que tras torearlo por alto tanto de rodillas como de pie optó, incomprensiblemente, por cortarle el viaje, desaprovechar la calidad de la embestida y acortar las distancias, ahogándolo y dejándolo sin salida. Esa fue su apuesta, las cercanías, tanto que ni en dos series ya estaba con un circular invertido, del que además salió prendido, quitándoselo el toro de encima. Pero de vuelta, más de lo mismo. Vendió un esfuerzo, un compromiso, un supuesto riesgo echándose encima del animal a todas luces equivocado porque ni fue tanto ni era el planteamiento. El toro tenía mucho más dándole distancia, pero Ferrera prefirió lo otro para calentar a un tendido poco exigente y conseguir una vuelta al ruedo.

El resto, puro desierto. Ferrera no pasó del silencio en su primero, de media arrancada brutota. Estuvo el hombre de trámite con los palos e insistente con la muleta, pero sin llegar a meterse en terreno comprometido. Y Curro Díaz, voluntarioso en el segundo, tampoco sacó nada en claro de un animal que llegó a la muleta muy parado y que cuando embestía solo tenía medio viaje. Por último, Jiménez Fortes, ni en uno ni en otro. Estuvo muy encima de su primero, que no aportó nada y que lo zarandeó al entrar a matar, y sin resolver a favor en el sexto, parado y echando la cara arriba. Desde luego, lo de Curro Díaz fue un oasis de estética.

PLAZA: Los Califas (Córdoba). Menos de un cuarto de entrada en tarde agradable.

GANADO: Toros de González Sánchez-Dalp, bien presentados, aunque con algunas desigualdades entre sí, y de escaso juego. Corrida deslucida, sosa y parada en conjunto. Solo sirvieron el cuarto, con más brío y cierta calidad, y el quinto, noble aunque medido de gas.

ANTONIO FERRERA: Pinchazo, estocada baja y descabello (silencio); y pinchazo, estocada y dos descabellos (vuelta al ruedo tras aviso).
CURRO DÍAZ: Estocada caída (ovación); y estocada trasera (una oreja).
JIMÉNEZ FORTES: Estocada tendida y cinco descabellos (ovación tras aviso); y pinchazo, estocada y seis descabe- llos (silencio tras aviso).

INCIDENCIAS: Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en recuerdo de Francisco Llamas, que fuera conserje y encargado de los corrales de la plaza.

Madrid: Vigesimoprimera de Feria. La gala de Medina, la flor de Juan Pedro / Por José Ramón Márquez / Fotos La Loma


/Fotografías La Loma/

¡Quién nos iba a decir que un día íbamos a estar echando flores a un encierro de El Montecillo! 

La gala de Medina, la flor de Juan Pedro

  • Cuando a un ganadero juampedrero le sale una corrida como lo de hoy, lo suyo es pensar que al amo se le está yendo de las manos la ganadería, y que cuando entre los llamados profesionales se corran las noticias de lo de hoy, magnificado el vilipendio por la crítica lanar, las posibilidades de sacar al Mercado, de por si tan medroso, los productos con el label Montecillo, va a ser una tarea harto complicada.

José Ramón Márquez
La cosa estaba muy clara para algunos: la de hoy era la peor corrida de la Feria del Isidro ’14. Eso se nota porque se produjo una nueva lluvia dorada en forma de entradas regaladas, que si ya es difícil convencer a alguien de que te acompañe a los toros con un cartel de nombres famosos, no te digo lo imposible que es llevar a alguien a la Plaza con uno como el de hoy. Sin embargo, mira qué cosas tiene esto de los toros, esta corrida por la que nadie daba un duro ha resultado ser de las más interesantes del larguísimo serial, simplemente porque hoy salió por chiqueros lo que ayer ni olimos.

¡Quién nos iba a decir que un día íbamos a estar echando flores a un encierro de El Montecillo! Pero así es, y esto demuestra que es cosa muy útil ir siempre a los toros con la mente despejada y desprovista de prejuicios, tanto hacia los toros como hacia los toreros, no vaya a pasar algo y el prejuicio te impida verlo.

La corrida de hoy, como se dijo antes, llevaba la divisa blanca y verde de El Montecillo, es propiedad de don Francisco Medina Aranda, conocido por sus íntimos como Paco Medina, y su representante es el tratante de charolais que la víspera echó al ruedo de Madrid la infumable bueyada que ya quedó suficientemente reseñada en su lugar correspondiente, don Moisés Fraile.

El encierro de cuatreños que El Montecillo mandó a Las Ventas tuvo presencia, variedad de comportamientos, casta, personalidad, seriedad y movilidad. Es decir, todo lo contrario de lo que uno espera cuando en la famosa página 14 del programa oficial lees eso de que, con arreglo a su origen, es ganado que “se arranca pronto y lo hace galopando con alegría y fijeza”, maldición gitana que usualmente suele ocultar tras ella la máxima expresión de la supina bobería, saludada por la crítica entera y por parte de la afición como el comportamiento propio de los “toros artistas”. Sinceramente no creo que en los planes de don Francisco, Paco para los amigos, esté el criar ganado de las características de lo que hoy ha soltado en Madrid. Si lo que quieres es casta, listeza y acometividad no te vas a por ganado juampedrero. Quien decide hacer su ganadería sobre la base de la juampedritis busca cosas muy concretas que, generalmente, no se corresponden con que los toros saquen los pies del tiesto o manifiesten rasgos de personalidad diferentes de las canónicas alegría y fijeza citadas cansinamente por el programa oficial de cada tarde. Cuando a un ganadero juampedrero le sale una corrida como lo de hoy, lo suyo es pensar que al amo se le está yendo de las manos la ganadería, y que cuando entre los llamados profesionales se corran las noticias de lo de hoy, magnificado el vilipendio por la crítica lanar, las posibilidades de sacar al Mercado, de por si tan medroso, los productos con el label Montecillo, va a ser una tarea harto complicada.

La terna anunciada para torear los Montecillo estaba compuesta por Miguel Abellán, Paco Ureña y Joselito Adame: Usera, Lorca y Aguascalientes.

Carpetón, número 11

Cuando salta a la arena Carpetón, número 11, castaño con bragas, llama la atención su trapío. Es un toro muy serio en el tipo de juampedro, de aires veragüeños apunta J.P., que se tira al caballo con fuerza, empujando, por más que El Soro se empeñe en taparle la salida, encerrando al toro en un callejón entre las faldas del penco y los tableros de la barrera. Acude el toro a banderillas con alegría y, en la faena de muleta, enseña una embestida nada estúpida frente a la que Miguel Abellán -casi dieciséis años de alternativa- pone su toreo vulgar y desprovisto de la más mínima elegancia. Como el torero viene a hablar de su libro, no se percata de las condiciones del burel y trata de aplicarle la faena que traía prefijada, aunque quizás hablar de faena sea algo exagerado, hasta que el toro acaba echándose a los lomos al torero, dejando su característico vestido blanco perdido de sangre -del toro- y dejando al torero contusionado camino de la enfermería tras pasaportar feamente al animal.

En segundo lugar salió Balancín, número 29, acaso el toro más claro para la muleta del encierro de don Paco, cuya lidia y muerte a estoque correspondió a otro Paco, Paco Ureña, que anduvo por allí a ver cómo le metía mano al bicho. Fue planteando el murciano la faena con cierto sello personal e interesante, aunque sin dar el paso adelante y, sobre todo, sin imponerse al toro, efecto deleznable del neotoreo concebido para no tener que poder ni mandar a los toros.

De entre los seis pupilos de don Paco el de más fiereza fue el tercero, Farruco, número 18, que consiguió llevar a Joselito Adame al límite de su valor y de sus conocimientos taurómacos. Farrucodemandaba frente a él un torero de una pieza, y de nuevo vuelve la añoranza de un Ruiz Miguel, que hubiese sido capaz de oponer al bicho una sólida base técnica, una poderosa muleta y un valor contrastado. Nada de eso puso Adame sobre el tapete, si acaso lo del valor, y a medida que el toro se fue enterando de las carencias del hidrocálido, se fue haciendo dueño de la situación. Fue especialmente penoso ver al mexicano tratando de machetear a su manera a Farruco, al final del trasteo, y fue un gran alivio verle pegar el bajonazo con el que acabó con el bicho.

Con Abellán en la enfermería, se corre turno y sale Triunfalista, número 23, un castaño muy serio y ofensivo ante el que Paco Ureña presenta idénticos argumentos que en su primero, sin que su trasteo por las afueras, tan poco comprometido, cobre vuelo ni consiga llegar al tendido. Cuando el toro hace por el torero derribándole y calándole en las postrimerías de la faena es cuando el público echa un poco de cuentas del torero que, de manera pundonorosa, permanece en el ruedo hasta acabar con el toro, pese a llevar una cornada.

Cuando muchos pensábamos que, viendo el desarrollo de la tarde y la dureza del ganado, Abellán optaría por no volver al ruedo, sale el de Usera de las manos de Padrós para enfentarse al quinto, que debía haber sido cuarto, Raspiya, número 20. Era una pena ver a Jabato poner el penco en suerte y, sobre todo, su forma de agarrar la vara, como quien va a pescar al río. Abellán se lleva el toro a la solanera, siempre tan agradecida, y plantea una sucesión de pases más o menos afortunados -es imposible hablar de faena, pues no hay tal- rematados la mayoría por arriba, perdiendo a veces el engaño, acompañando las embestidas de Raspiya, más que toreando, y llegando al tendido en los momentos que el animal corrió más o menos tras la muleta. Abellán vio claramente que la suma de emociones de la tarde podía llevarle al triunfo y aprovechó cuantos recursos escénicos tuvo a mano. Una estocada de zambullón tirando la muleta a la cara del toro por lo que pudiese pasar le hizo triunfador de la tarde.

El sexto de la tarde fue Mensajero, número 7, otro castaño muy serio. Adame brindó al público pensando, acaso, que el toro era de condición bonancible. Pero el toro tenía bastante que torear y, nuevamente, Adame se encontró en pelotas ante el oponente, sin recursos técnicos, sin poder poner frente a la embestida de Mensajero la verdad de una sólida muleta, de una mano de acero. Lo mató como pudo y todos nos alegramos de que saliese de la Plaza por su propio pie.

A veces pasan cosas que uno no ve. Dejo constancia de que en la opinión del solvente aficionado y querido amigo Mariano Paniagua, tendido alto del 7, Abellán en su segundo dio dos estimables series con la derecha. Yo no las he visto, pero anotado queda por si sirve de pista.