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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 19 de agosto de 2014

EL TORO Y LA CARRETERA / por Antolín Castro


Además de un símbolo, debe ser un aviso en las carreteras

EL TORO Y LA CARRETERA
  • Es un símbolo, pero también un aviso. Si hay cornadas en las plazas también las hay en las carreteras. A veces, -no queremos aquí recordar la frecuencia ni los nombres-, con fatales consecuencias.

No es casualidad que el toro sea el único anuncio permitido en las carreteras españolas. Todo un símbolo ese toro que en su día parió Osborne.

Ese toro que vemos a lo lejos en la carretera, puede asemejarse con las sensaciones del torero cuando tiene que acercarse a él. Imponente trapío, una presencia sugestiva que nos transporta a nuestra Fiesta, esa que quieren algunos que desaparezca pero que se alza orgullosa en las curvas y en los repechos de nuestras carreteras.

Ese toro puede representar compañía en nuestros continuos viajes, un alivio para la vista cuando se alza maravilloso en el horizonte, pero también podríamos calificarle como el aviso del toro de la carretera, ese toro que puede llegar a, simbólicamente, proporcionar más, muchas más, cornadas que los que se lidian a diario en las plazas.

Llegado el verano se ve más al toro. Los toreros en sus abigarradas temporadas ven al de verdad durante el día y al de la carretera durante la noche. Que no se les olvide el toro. Es el vigía de sus trayectos nocturnos en sus recorridos de una ciudad a otra, de una corrida a otra, en el verano taurino.

Es un símbolo, pero también un aviso. Si hay cornadas en las plazas también las hay en las carreteras. A veces, -no queremos aquí recordar la frecuencia ni los nombres-, con fatales consecuencias.

En este agosto de 2014, mucho menos denso que en otras épocas, se siguen dando todas y cada una de las circunstancias aquí descritas. Y la carretera, en la madrugada del sábado al domingo pasado, se ha cobrado de golpe una cornada múltiple. Casi toda una cuadrilla, la de El Fandi, todos menos uno, han sido cogidos por el mismo negro zaino de la noche, los pitones en su revoloteo han sido capaces de voltearles a todos a la vez, a todos, uno detrás de otro. La furgoneta de cuadrillas hizo de correa de transmisión del percance.

Nos alegramos que los percances sufridos no nos indiquen mucha gravedad en sus partes facultativos, pero lamentamos que les impidan continuar la lidia por un día o por varios.

Ni las plazas les verán en los paseíllos con la luz del sol ni las carreteras podrán verlos en esos otros paseíllos a la luz de la luna.

A todos y cada uno de ellos les deseamos pronta recuperación y, al tiempo, lanzamos este homenaje a quienes, vestidos de oro, plata o azabache, cruzan las carreteras cada noche en busca de una plaza que les permita seguir sintiéndose toreros.

En la carretera, sin capotes ni avíos, el toro es menos previsible y más difícil adivinar sus tremendas cornadas. Hoy y siempre con todos ellos.

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Opinión y toros


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