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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 15 de noviembre de 2014

La "paz de Sevilla" es posible y debe redundar en beneficio de los aficionados




"...Y sobre todo, en ese reparto de la taquilla unos y otros debieran sopesar en primer lugar que la política de precios en los que están instalados los espectáculos taurinos, constituye hoy la primera causa de la crisis taurina. Racionalizar los precios de las localidades puede ser un magnífico motivo para que todos, en Sevilla y en cualquier sitio, racionalicen las cuentas..."

Los empresarios que gestiona la Maestranza sevillana han dado al unísono el primer paso hacia el fin del conflicto con los toreros del G-5, con una oferta de diálogo conciliadora y pacífica, sin condiciones previas. No se entendería por la afición que la otra parte en conflicto no respondiera con una medida similar: encastillarse hoy de forma numantina no conduce a ningún sitio. Si lo que se buscaban era sacar a la luz comportamientos inadecuados de la Empresa, ya son de público dominio hasta en sus más nimios detalles. Por eso, carece de sentido que tanto unos como otros sigan mirando hacia atrás, sin ni siquiera sentarse a comprobar la posibilidad de acercar posiciones. En esto, como en tantas cosas de la vida, negarse a hablar acaba siendo igual a perder la razón.


Tras las ofertas de diálogo de Canorea y Valencia
La "paz de Sevilla" es posible y debe redundar en beneficio de los aficionados
  • Pero no solo las Empresas, sino también los toreros tienen que asumir sus propias realidades. Y la primera de ellas es que la economía de la Fiesta no da margen algún para remuneraciones que no sean recuperables luego en la taquilla.

Primero fueron las declaraciones a la cadena COPE de Ramón Valencia; en la madrugada del lunes, las de Eduardo Canorea a la cadena SER. La Empresa gestora de la Maestranza sevillana han dado un paso adelante. Y es importante, porque lo hayan hecho y por cómo lo han hecho. Ni diseñadas salen unas palabras más medidas.

Ofrecen una conciliación sin condiciones previas, tan sólo la de sentarse hablar. En otras palabras, una paz sin vencedores ni vencidos. Y no ha debido ser fácil ofrecer algo así, con todo lo que unos y otros se han dicho en esta última temporada. Por eso, bueno sería que en esta hora ambas partes de la mesa negociadora cerrarán con siete llaves las hemerotecas, porque acudir ahora a ellas no es precisamente lo más oportuno, sino que raya en la imprudencia.

Y es que, como se ha comprobado, lo ocurrido en Sevilla ha sido mucho más que un simple pleito entre una empresa y unos toreros; ha marcado, y negativamente para todos, toda una temporada y, al final, ha causado a daños a sus protagonistas y a la propia Fiesta. Con la que parece que se avecina en la sociedad española, no está el cuerpo taurino para mantener abierto por más tiempo este tipo de frentes.

Desde luego, la posición dialogante de la Casa Pagés puede crear más que incomodidades dentro del grupo de los cinco toreros que decidieron romper todo lazo con la Empresa sevillana. Cuando ya el grupo tiene síntomas de desunión, no resultará fácil buscar una fórmula cómoda simultáneamente para todos que les permita volver “honorablemente” a la mesa de las conversaciones.

Pero es que, probablemente, tratar de buscar esa fórmula honorable puede resultar lo más ineficaz e inadecuado en este momento. ¿No sería mucho más sencillo que cada uno se sentara a hablar y valorara las posibilidades de un acuerdo? Desde luego, si por la parte empresarial hay lealtad en los comportamientos, seguro que por esa vía se encuentra una solución razonable.

Si hay tanto en juego, que va mucho más de unos carteles concretos, resulta innecesario que unos a otros se lancen de nuevo a la cara sus reproches, hasta innecesario es que se pidan mutuamente disculpas. Y resulta innecesario todo eso porque la afición entera, además de los profesionales, son sobradamente conocedores de sus diferencias profesionales al afrontar el negocio taurino; no hace falta, por ello, recordarlas a otra vez. Aquí todo el mundo ya se ha formado su opinión.

En lenguaje coloquial, se podría decir que unos y otros se han sacado mutuamente a la luz todas las “vergüenzas” internas. Y lo han hecho con profusión y con dureza verbal, de forma hasta descarnada. Solo por el simple hecho de que todo eso haya pasado a ser de dominio público, ya se ha puesto la primera piedra para la regeneración del negocio, si eso es lo que se pretendía.

No se sabe de una forma más clara y más rotunda para que, sin necesidad de más explicaciones, cada uno haya quedado en el lugar que le corresponda ante la opinión pública del toreo. Si a eso aspiraban la empresa y los toreros, conseguido está. Pero precisamente por eso mismo carece de todo sentido que ahora se mantengan encastillados en posiciones irreductibles frente a la oferta de diálogo de la Casa Pagés.

Pero no solo las Empresas, sino también los toreros tienen que asumir sus propias realidades. Y la primera de ellas es que la economía de la Fiesta no da margen algún para remuneraciones que no sean recuperables luego en la taquilla. Se les reconocen a los toreros todos los méritos y más que corresponden a quien se juega la vida en un ruedo. Nadie pone en cuestión el papel primigenio que por ello les corresponde a quienes se visten de luces. Lo que ocurre es que los dineros del toro están tasados, especialmente ahora. Y para que la Fiesta siga rodando, se hace necesario repartirlos de una forma equitativa entre todos; las empresas, también.

Y sobre todo, en ese reparto de la taquilla unos y otros debieran sopesar en primer lugar que la política de precios en los que están instalados los espectáculos taurinos, constituye hoy la primera causa de la crisis taurina. Racionalizar los precios de las localidades puede ser un magnífico motivo para que todos, en Sevilla y en cualquier sitio, racionalicen las cuentas. No pueden encontrar una mejor y más noble causa para que la paz vuelva al toreo. Esta si que es una verdadera solución honorable para todos.

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