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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 16 de abril de 2016

Crónica completa: 13ª de feria en Sevilla. Roca Rey desata una fantástica y peligrosa competencia con Morante y El Juli / por J.A. del Moral



"...Morante, que había naufragado con el toro que abrió plaza, cuajó una de las mejores faenas de su vida en Sevilla frente al nobilísimo cuarto logrando dos orejas y El Juli se la jugó sin pestañear con el muy deslucido quinto padeciendo una cornada grave por extremarse en su encomiable y ejemplar propósito de triunfar a costa de lo que fuera..."


Roca Rey desata una fantástica y peligrosa competencia con Morante y El Juli


J.A. del Moral 

Sevilla, 16/04/2016.- Plaza de la Real Maestranza. Viernes 15 de abril de 1016. Tarde nublada con muchísimo viento y lleno.

Seis toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados en diversidad de tipos y pelajes. Dieron juego vario en distintos grados de fuerza – escasa en genera – y de nobleza salvo el sexto que desarrolló genio. El más noble y dócil en la muleta fue el cuarto que salió muy huidizo. Muy blando aunque manejable el primero. Bravo en el caballo, blando y manejable sin clase el segundo. Justo de fuerza y noble sin case el tercero. Huidizo de salida y manejable a menos el quinto.

Morante de la Puebla (verde botella y oro): Pinchazo hondo, otro pinchazo, estocada tendida caída y tres descabellos, silencio. Estoconazo, dos orejas. Salió a hombros por la puerta de cuadrillas y así llevado por la calles hasta el hotel.
El Juli (nazareno y oro): Estocada trasera, leve petición y ovación. Tras resultar gravemente herido en el glúteo sin abandonar la lidia, dos pinchazos y estocada, inmensa ovación. Tras recibirla en el tercio, pasó a la enfermería por su pie para ser atendido de una cornada en la región glútea derecha de 15 centímetros de extensión que lesiona músculo glúteo mayor. Pronóstico grave.
Andrés Roca Rey (esmeralda y oro): Estoconazo caído, oreja. Dos pinchazos, estocada y descabello, enorme ovación.

Dedico esta crónica a mi gran amigo limeño, Juan Manuel Roca Rey, tío carnal de Andrés y próximo empresario de la plaza de Acho. La Sevilla de América. Con un fuerte abrazo y mi más cariñosa enhorabuena.


En una jornada de viento endemoniado y casi indomeñable, el detonante estalló por la ilimitada capacidad y los inverosímiles recursos que exhibió Andrés Roca Rey frente al escasamente proclive tercer toro de Núñez del Cuvillo. Aunque El Juli ya había hecho un notorio esfuerzo con el segundo de la tarde, fue a raíz de esta primera faena del peruano, premiada con una oreja de mucho peso, cuando el ambiente se calentó al máximo. Morante, que había naufragado con el toro que abrió plaza, cuajó una de las mejores faenas de su vida en Sevilla frente al nobilísimo cuarto logrando dos orejas y El Juli se la jugó sin pestañear con el muy deslucido quinto padeciendo una cornada grave por extremarse en su encomiable y ejemplar propósito de triunfar a costa de lo que fuera. El maestro madrileño perdió una oreja por pinchar lo que no impidió que el público le premiara con una monumental ovación que saludó antes de pasar por su pie a la enfermería. La emocionantísima corrida terminó tras fallar a espadas Roca Rey como cierre de otra faena de corte postmoderno con un animal complicadísimo en la que combinó el toreo clásico con pasajes de su personal invención que volvieron a entusiasmar al publico que llenó la plaza.


La grandísima expectación que prologó la corrida no fue para nada decepcionante como tantas veces, sino que se cumplió con increíbles creces. Ya sabíamos que Andrés Roca Rey saldría más a por todas que nunca después de haber impresionado aunque sin cortar ninguna oreja – dio una clamorosa vuelta al ruedo – en su primera tarde de esta feria alternando con un Ponce tan intratable como inimitable. Exclusiva que pertenece al valenciano en solitario porque al resto de la torería, sobre todo los toreros de la primera fila, la omnipresencia en las ferias y los triunfos incontestables de Roca Rey les está llevando a apretarse los machos como jamás les había ocurrido. De tal modo es así que afirmo sin quitar una sola coma que si el diestro limeño continúa en este plan arrollador, muchos van a caer heridos en la presente temporada y en las venideras.

Ayer mismo, nada menos que El Juli llevado de su indiscutible amor propio. Mira por donde… Quien le iba a decir a Julián López que resultaría herido otra vez en Sevilla después de sus tres años de ausencia en la Maestranza donde en su última actuación recibió la cornada más grave de su vida. Cornada que le ha costado superar y olvidar hasta mediada la pasada campaña. Pero vayamos desde el principio. El vendaval que presidió el festejo en mayor o menor grado aumentó más si cabía el riesgo que corrieron los tres espadas. Al menor Morante consiguió enjaretar en el saludo al primer toro un precioso ramillete de verónicas. Luego, el toro se puso imposible y Morante tuvo que abreviar como suele en estos casos, actitud que le agradecemos en estos tiempos en los que casi todos sus colegas gastan y hasta superan los diez minutos reglamentarios en faenas con reses de imposible solución hasta hacernos desesperar.


Cuando El Juli hizo acto de presencia frente al segundo toro, el vendaval le impidió lucirse con el capote. El picador fue derribado en el primer puyazo y se vengó en el segundo. Roca Rey no le perdonó su quite por chicuelinas a El Juli – esa impertinencia, jamás por ahora pese a que el animal perdió al final las manos – ni el madrileño pudo resistirse a reaccionar contundentemente con una respuesta también por chicuelinas y media de esas que hablan del, “si tu bueno, yo mejor”. Las palmas echaron humo. Palmas que continuaron jalonando la faena julista que vino a continuación. Una faena de incondicional entrega, de inviolable firmeza y de aguante sin límites aunque sin llegar a mayores en cuanto a la calidad del producto muletero. El Juli no es un artista pero sí y de qué modo una fiera cuando le tocan los costados. Pero lo que iba para una oreja ganada a pulso quedó en una fortísima ovación.


La primera oreja de la tarde cayó en las manos de Roca Rey tras matar con gran determinación al tercer toro al que el peruano saludó con lances de desigual factura – se había desatado de nuevo el vendaval – con el añadido capotero de un vistoso quite por crinolinas y media verónica una vez simulada la suerte de varas en los dos encuentros. Y es que Roca lo quería entero. A muchos – a mí no – les sorprendió la gran tranquilidad con que el peruano se fue a por su enemigo con la muleta en la mano tras un prometedor brindis al público. Y tanto… En medio de un silencio de esos que se mascan, comenzó el trasteo sobre la mano derecha en sucesivas e intensas tandas por redondos ligados a dobles de pecho que fueron matizadamente aplaudidos hasta que llegó el momento de torear al natural en otro momento de viento indomeñable. Indomeñable menos para Roca Rey que logró algunos con ese valor sereno que le es propio y lo derrocha. Pero prefirió continuar con la derecha que fue el pitón más potable del burel. Más redondos jalonados con improvisados cambios y recambios por delante y por detrás sin solución de continuidad tan sugestivos como inimitables hasta terminar con angustiosas giraldillas. Ya hablé de la estocada. Pero no de la unánime petición de oreja que se concedió sin titubeos de la presidencia.


Morante, en su turno frente al cuarto, tuvo la inmensa suerte de encontrarse con un animal de infinita docilidad y calidad en la muleta. No había podido lucirse con el capote por lo muy huidizo del animal en su salida. En un quite se limito a una fantástica revolera. Y con solamente una media de las suyas lo había colocado ante el caballo. Esta vez no le pegaron casi nada al toro porque tuvo las fuerzas muy justas. Justas, sí. Pero señores, una manera de embestir tan templado y con tanta clase que, al fin después de tres tardes de ausencia triunfal en esta feria, a la cuarta llegó la vencida con un faenón de los antológicos marca de la casa tan intenso como sedoso e inspirado en un derroche de arte mayor con jalones de repajolera gracia no exenta de pellizco para compensar los instantes vacíos de contenido neto por lo mucho que le fue tardeando el animal entre tandas. Seguro de si mismo, más seguro que nunca, Morante entró a matar con total fe en sí mismo y enterró la espada en lo alto al primer envite. Y la locura. Es decir poco. El desiderátum colectivo de una plaza totalmente cubierta de aficionados rendidos al grandioso artista. Si yo hubiera presidido la corrida hubiera sacado los tres pañuelos a la vez. Hay que terminar con las los remilgos que limitan los premios en esta plaza. Como también hay que dejar de exigir los obligados tres trofeos como mínimo para poder salir a hombros por la Puerta del Príncipe. Cuando esta idiotez aritmética no se aplicaba, bastaba lograr algo verdaderamente genial o fuera de cualquier serie para poder atravesar esa puerta que últimamente solamente se abre por acumulación de orejas aunque no se hayan merecido es estricta justicia. Es como lo de no premiar con el rabo a los autores de indultos. Basta ya de rigores tan ridículos.

El público tuvo que esperar a que terminara la corrida para ver como alzaban a Morante en hombros y así salir de la plaza por la “cocina” del portón de cuadrillas. Hombre, por Dios y por todas las Vírgenes sevillanas… Qué imbecilidad… Los entusiastas lo compensaron llevando en hombros a Morante hasta el hotel donde se había vestido en medio de un desbordante clamor callejero.


El Juli, como no podía ser menos, salió para matar al quinto como el jabato que es y apretando los dientes como un lobo feroz antes de atacar a su presa. Pero se encontró con una presa muy deslucida por su poquísima fuerza y prácticamente nulos recorridos en sus febles embestidas. No cejó, sin embargo a tamaño inconveniente, en pos de conseguir como fuera y como fuese que el animal pasara cada vez más largo convirtiendo embestidas cortísimas en a cada pase en más y más largas. Un prodigio de técnica que solamente tienen los maestros. Pero se pasó, se pasó, se pasó… y llegó la cogida no buscada pero por algunos presentida como por quien firma esta crónica. Una cogida con derribo previo a la cornada. Que era grave solo lo supo Julián por el momento pero no permitió que los demás lo supieran porque quiso seguir para terminar la faena como si tal cosa. La pena fue que no pudo enterrar el acero a la primera… Esperó a recibir una de las ovaciones más largas e intensas que hayamos escuchadas en la Maestranza.


La revancha le esperaba a Roca Rey con el peor toro de la tarde ya caída la noche y bajo la luz amarillenta de los focos de la Maestranza. ¿Para cuándo dejan los maestrantes una iluminación moderna y total? Y así, bajo los candiles, tuvo Roca que inventarse una faena de sorprendente postmodernismo en la que, contra viento y marea, combinó el toreo clásico con el más moderno a base de exclusivos e inverosímiles recursos técnicos que resolvió en medio del estupor de unos y del asombro de casi todos. A este torero le vale todo. Lo mismo cuaja faenas absolutamente perfectas por su acendrado clasicismo cuando tropieza con reses nobles y con clase, como las improvisa cual carísimo prestidigitador e inventor de si mismo según convenga. Fue una pena que pinchara. Pero así es y seguirá siendo el toreo. Unas veces se acierta y, cuando más falta hace atinar con la espada, se falla. No obstante, el crecido y creciente crédito de Andrés Roca Rey quedó en todo lo alto y a la espera de su regreso a este Palacio Real del toreo mundial.

Os esperamos hasta veros como reventáis Las Ventas isidriles con ilimitada ilusión, excelentísimo y joven señor don Andrés Roca Rey

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