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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 21 de septiembre de 2017

3ª de San Mateo en Logroño. Otra gran faena de Ponce y oreja para la terna / por J.A. del Moral



Los resultados finales de la corrida de ayer se concretaron en la concesión de una oreja para Enrique Ponce, otra para José Garrido y una tercera para Luis David Adame. Estos dos últimos las consiguieron con sus primeros oponentes y el gran maestro valenciano con el cuarto de la bien aunque desigualmente presentada corrida de Juan Pedro Domecq. Por las condiciones de los seis toros, destacó como mejor el señalado cuarto de nombre “Lesionado”, un animal impetuosamente bravo en el caballo y no tan noble como lo hizo ver quien lo mató. Mal por cierto con una estocada baja que impidió la concesión de una segunda oreja para Ponce que llevó a cabo la única gran faena del festejo. Otra labor de gran categoría y entusiasta calado más en la espectacular temporada del diestro de Chiva que continúa imparable en su campaña triunfal de 2017. Garrido triunfó tras una labor enjundiosa que cerró con una gran estocada. El menor de los hermanos Adame fue premiado a cuenta de una aparatosa cogida al entrar a matar de la que pareció salir conmocionado y de seguido repuesto para volver a matar de emocionante espadazo. Pero lo mejor del diestro azteca llegó en el sexto, tanto con el capote como con la muleta hasta que el toro se vino muy abajo antes de la cuenta. Ponce anduvo progresivamente entonado con el mediocre animal que abrió plaza. Y Garrido careció de opciones con el inválido quinto que debió ser devuelto a los corrales.


Otra gran faena de Ponce y oreja para la terna 

J.A. del Moral · 21/09/2017
Logroño. Plaza la Ribera. Jueves 20 de septiembre de 2017. Tercera de feria. Tarde medio calurosa con media entrada .
Seis toros de Juan Pedro Domecq, bien aunque desigualmente presentados y de mediocre juego en distintos grados de fuerza, escasa en lineas generales salvo los toros segundo y, sobre todo, el cuarto que fue el más bravo y enterizo aunque no tan bueno como lo hizo parecer quien lo mató. El primero resultó manejable sin clase. El tardón segundo fue más grato por el lado derecho que por el izquierdo. Manejable y a más en brío el tercero. Noble aunque invalido el quinto. Y noble además de alegre el sexto hasta que duró en la faena, antes de la cuenta.

Enrique Ponce (amaplola y oro): Estocada casi entera trasera caída, silencio. Estocada baja, oreja con vuelta clamorosa.
José Garrido (verde inglés y oro): Gran estocada, oreja. Pinchazo, otro hondo y cuatro descabellos, silencio.
Luís David Adame (palo de rosa y oro): Cogido al entrar a matar en el primer envite y estoconazo de efectos fulminantes, oreja. Media estocada tendida, palmas de despedida. 

Correctas las intervenciones de picadores y banderilleros tanto en la brega como en palos, destacando los dos pares que puso Miguel Martín en el tercer toro.

Finalizado el paseíllo sin que se deshiciera el desfile de cuadrillas, se guardó un minuto de silencio por las víctimas del terremoto en México. 


La imparable marcha triunfal que está protagonizando Enrique Ponce en la presente temporada – el año pasado fue igual para pasmo de la afición que no cesa de asombrarse -, tomó carta de naturaleza con su gran faena al cuarto toro de la tarde. Grande por como la estructuró tras haber descubierto las bondades del animal en su recibo con el capote por muy templadas verónicas. Estructurada, repito, y en su mayor parte soberana por el pitón derecho que fue más grato que el izquierdo aunque por este lado Enrique lo hizo mejorar en la última parte del trasteo. Ya se sabe que con el temple, máxima virtud del maestro, se arregla todo o casi todo. Enrique empezó y terminó por bajo, logrando la centralidad del faenón con sucesivas tandas por redondos que ligó a perfectos pectorales, intercalando cambios de mano portentosos, pases de las flores enlazados a los de pecho, molinetes ligados a naturales desmallados y todo ello pausado coreográficamente al compás de la música. Y es que las pausas de Ponce son únicas e inimitables artísticamente hablando. Ponce torea siempre a compás y pausa igualmente a compás, de modo que hay momentos en los que el toro desaparece dado el éxtasis que ocupa totalmente las miradas de los espectadores. Una virtud exquisita e irreproducible para los demás toreros hasta el punto de distanciarse de todos hasta la estratosfera.



Dicho esto, Ponce padece una especie de maldición en Logroño y en sus dos plazas a donde casi nunca faltó y, sin embargo, ambos recintos continúan siendo los únicos en los que nunca salió a hombros. Esta circunstancIa es el único lunar en su impar carrera. El año pasado fue por culpa del estúpido que presidió el festejo. Y este, por la espada… Estoy seguro que, mientras esté en activo, Enrique continuará intentando que se desaparezca el maleficio. Pero sigamos con la corrida y con Ponce como gran protagonista de la tarde.



La percepción de los públicos con el gran maestro se centra en el como más que en el donde y de ahí su exclusiva excelencia. Uno intenta explicar lo que para la mayoría es inexplicable. Y este es su misterio y la razón de su primacía. No hay más que fijarse en las miradas de toreros que habitan en el callejón. Miradas atónitas y pienso que hasta agradecidas. Pocos toreros han habido en la historia que hayan sido tan admirados por sus compañeros y, sobre todo, por los más jóvenes. Ponce, todavía joven entre jóvenes mantiene unas medidas corporales cuasi novilleriles y eso también le distancia de los demás.


Por ejemplo, ayer mismo con José Garrido al que vemos cada vez más embastecido, además de peludo. Muchacho, hay que ir a la peluquería y cuidar la dieta. Se lo digo porque es muy buen torero y sería una pena que fuera perdiendo gracia a poco que continúe descuidándose. Y es que el instrumento del toreo es el cuerpo de los toreros. Y ello explica lo que para la mayoría es inexplicable. Garrido ha pasado demasiado pronto de parecer un niño a un hombre más que cuajado.


Su faena premiada de ayer con el segundo toro, hubiera tenido más quilates sin tantos kilos corporales. Cuídese, hombre, cuídese… porque sus muletazos, recetados excesivamente doblado por la cintura, pierden vistosidad. Hay que torear más derecho, con mayor naturalidad y hágame caso porque se lo digo por su bien.


Llevo viendo a Luis David Adame con ilusión dadas sus características en las que a su natural valor, añade gracia, salero y variedad. Con todas estas virtudes tapa su falta de clase. Y se da por entero cada tarde y en cada plaza en un salir a por todas indeclinable lo que quizá le obligue a acelerarse. Me gustó más ayer con el último toro hasta que duró. Muy poco desgraciadamente. Brillante recibo con el capote. Magnífico su quite por zapopinas. Alegre y espectacular en banderillas. El menor de los Adame está superando a su hermano aunque este no le va a la zaga. Luis David ha traído alegría al toreo y esta proverbial idiosincrasia refresca el ambiente y anima el cotarro. Bien venido pues a la lucha…

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