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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 17 de abril de 2018

7ª de feria en Sevilla. Derroche total de El Juli y una faena genial de Ponce / por J.A. del Moral



En la muy desigual corrida de Garcigrande-Domingo Hernánez – tanto monta – salieron dos toros de sobresalientes hechuras y juego excepcional. De estos dos, el que hizo de quinto, “Orgullito” quizá sea el toro con más clase y durabilidad que hayamos visto en nuestra vida. Fue indultado por obra y gracia de El Juli que gozó de la mejor y más completa tarde de cuantas lleva logradas en Sevilla – salió a hombros por la Puerta del Príncipe por quinta vez en sus 20 años de matador de toros – en un derroche fiel a su apabullante tauromaquia. Cuatro orejas cuatro. Por contra, a Enrique Ponce no le sonrió la suerte con ninguno de sus dos toros. Como siempre, se superó a sí mismo frente a la adversidad. Tapó lo imposible del pésimo animal que abrió plaza y cuajó una genial faena al cuarto que pasó de malo a bueno gracias a su archireconocida maestría y a su inspiración artística que sublimó con inverosímil creatividad. Inexplicablemente, solo fue premiado con una oreja. Pero muchísimos aficionados salieron de la plaza hablando del toro indultado y de la prodigiosa faena de Ponce. La mala suerte se cebó aún más con Alejandro Talavante que no tuvo su tarde hasta pasar desapercibido.



Sevilla. Plaza de la Real Maestranza. Lunes, 16 de abril de 2018. Séptima de Feria. Tarde soleada y a ratos muy ventosa con lleno. 

Seis toros de Domingo Hernández (2º y 6º) y Garcigrande (1º, 3º, 4º y 5º). Bien aunque desigualmente presentados y de vario juego. Los mejores fueron el segundo y el quito que fue indultado. Malo el primero. Muy escondida la bondad del cuarto que se rajó mediada la faena de muleta. Y muy deslucidos aunque inéditos tercero y sexto. 

Enrique Ponce (corinto y oro): Pinchazo hondo y cinco descabellos, silencio. Gran estocada, oreja.
El Juli (turquesa y oro): Estoconazo al salto, dos orejas. Indultó el quinto, dos orejas simbólicas. Salió a hombros por la Puerta del Príncipe.
Alejandro Talavante (negro y azabache): Pinchazo y estocada, silencio. Cuatro pinchazos, estocada y dos descabellos, aviso y pitos.

A caballo destacó José Antonio Barroso. Y en palos, José María Soler, Álvaro Montes y Juan José Trujillo.

Derroche total de El Juli y una faena genial de Ponce

J.A. del Moral · 17/04/2018
Tarde apasionada y apasionante. De las que no se olvidan. En el cartel, las dos máximas figuras desde hace ya muchos años. Ambos demostraron por qué lo siguen siendo. La suerte, ayer muy dispar, le sonrió del todo a El Juli con dos toros de revolución y uno de ellos, el quinto, de nombre “Orgullito”, de superiosísimas condiciones por su gran clase – embistió con el morro por el suelo de principio a fin – y muy larga duración. Hasta podría haber durado bastante más, contentándose El Juli una vez indultado muy merecidamente tras clamorosa petición del público. Curiosamente, este segundo toro de ayer fue uno de los rechazados en los reconocimientos de las pasadas Fallas en Valencia, con lo que queda demostrada una vez más la habitual arbitrariedad de muchos veterinarios. Menos mal que ayer en Sevilla no se equivocaron.


De las dos grandes labores que cuajó El Juli con capote y muleta, la mejor fue la del toro indultado. La del segundo fue una más de las muchas que le hemos visto a Julián. Abundó más la cantidad que la calidad. Irreprochable su planteamiento técnico pero, nada más terminar, la olvidamos pese al temple que fue su mejor virtud. Para recordar, salvo el conjunto de cuanto hizo para cortar dos orejas, lo despacio que toreó, sobre todo con la izquierda. La del toro indultado contó con pasajes de mayor calidad y relajo. A este toro lo toreó El Juli más derecho de lo que acostumbra y muy templado. La absoluta redondez del trasteo caló unánimemente en los tendidos. Pero muchos echamos de menos una mayor creatividad artísticamente hablando y más fantasías una vez concedido el indulto de “Orgullito”. El Juli, tras simular la suerte de matar, lo llevó con el capote hasta la puerta de chiqueros y el toro obedeció sumiso al maestro y al peón que, finalmente, condujo el toro hasta entrar en el pasillo que conduce a los corrales. La plaza se desató en el clamor. Supongo que, como siempre, habrá quienes nieguen la importancia de este indulto y quienes nieguen los méritos de El Juli. Ni caso.


El toro que abrió plaza pareció menos malo de lo que fue gracias a la fácil maestría de Enrique Ponce. Pasó en silencio, sin pena ni gloria. Nadie osó protestar. Pero con el que hizo quinto, cambió totalmente la decoración una vez picado y banderilleado sin lucimiento alguno. Había manseado en varas con mucho ruido de estribos al ser castigado y llegó complicado a banderillas. Había cundido el desaliento cuando Ponce se fue a los medio para brindar su faena al público. Algo le había visto el gran maestro. Brindar sin fe no es admisible y menos en Sevilla. La de Ponce en sí mismo es proverbial. ¿Cuantas veces le llevamos visto en semejante tesitura? Infinitas. Dicen que la fe mueve montañas y la de Ponce en si mismo, hasta desplazar al mismísimo Everest. Una vez más, Ponce obró el milagro al convertir en obedientes embestidas lo que parecian haber sido meras acometidas sin ninguna calidad. La faena comenzó con unos colosales doblones rodilla en tierra que sin ir ir más allá, cautivaron al público que hasta llegó a unificar sus clamores a medida que el trasteo fue avanzando. Primero con la mano diestra con esa naturalidad y sencillez únicas y exclusivas del gran maestro. La banda arrancó a tocar nada más iniciado el trasteo que continuó por suavísimos naturales. El toreo acariciado de Ponce llega hasta lo sublime. Estaba mediada la faena por todo lo alto cuando el toro amagó con rajarse. Cosa que hizo de seguido sin que Ponce dejara de torear. En tal tesitura, al compás de las huidas del animal para terminar de nuevo con doblones colosales.


La estocada fue modélica en la suerte del volapié y los efectos mortales rápidos. La plaza se nubló de pañuelos blancos que desaparecieron en cuanto la presidencia sacó el suyo. Me acordé entonces de las muchas veces que con Manzanares padre ocurrió lo mismo. Una y no más Santo Tomás. Ponce paseó el trofeo en una de esas señoriales vueltas al ruedo que nadie da como él. Cuando andaba mediada bajo los tendidos de sol, El Juli salió de su burladero para probarse de salón con el capote al viento como queriendo distraer al público que atendía cuasi extasiado la vuelta de Ponce. Feísimo detalle. Irrespetuoso y perturbador. ¿Qué falta le hacía cometer este acto de desprecio?. Irrespetuosa maldad que lleva dentro este torero aun sin darse cuenta del pecado. Por algo lo hizo. Increíble pero cierto.

Lo de Alejandro Talavante fue para olvidar antes incluso de que le llegaran sus dos turnos. Se vino abajo en los dos toros de su pésimo lote y no hizo nada por intentar solucionar el problema. Pasó como aturdido, desentendido, como un invitado del piedra en el banquete.


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